Me dijo Rosy, hoy no puedo ir a trabajar, mi hija enfermó y no tengo con quien dejarla, pude escuchar su voz entrecortada, sabía lo que le preocupaba, ¿con que dinero llevaría a su pequeña al doctor? Le dije no te preocupes espero que mejore pronto, te esperamos en casa cuando se alivie.
Antes de salir, me levanté temprano, puse rápidamente algunos alimentos a cocinar para que estuvieran listos al regresar y comer con mi familia, mientras terminaba, corrí a poner una lavadora de ropa y alcance a tender mi cama. Y pensé qué gran trabajo hace Rosy en casa.
Seguramente antes de venir a ayudarme debe adelantar tareas; en el trayecto me encontré con una jovencita que vendía chicles en la calle, llevaba en su rebozo un bebé y con la mano tomaba a otro niño más grande, entonces pensé ¿Habrán desayunado? Esas escenas que nos son cada vez más frecuentes en nuestras calles. me pusieron nuevamente reflexiva en torno a esas mujeres que de manera cotidiana hacen cosas extraordinarias para salir adelante.
Ese día acudí a Palmares una escuela de niñas en donde la mayoría de ellas son becadas en algún porcentaje menor o mayor ya que sus familias no pueden solventar sus estudios, al tomar café en compañía de algunas voluntarias que organizan eventos para recaudar fondos para las chicas, descubrí a otra mujer fascinante, ella era la encargada de mantener limpia y en buen estado las instalaciones de la escuela, mi corazón se enterneció y me emocione hasta las lágrimas cuando escuche como ha trabajado para que hoy sus hijas gracias a esa escuela puedan tener estudios y compartió como una de ellas, pudo cursar sus estudios en una prestigiada universidad y eso la llevó a conocer Canadá y a trabajar hoy en una buena empresa. “Nuestro mayor legado que podemos dejar a nuestros hijos”, dijo: “es la educación”. No solo miraba su rostro lleno de emoción, alrededor otras mujeres increíbles, las maestras, la directora, personas que aman lo que hacen y que cada día dan todo para formar niñas sanas, seguras, fuertes.
Al ir por mi hijo a la escuela, me toco un accidente y vi como una paramédica bajaba de la ambulancia para atender a un herido, nuevamente era una mujer, arriesgando tal vez su vida, donando su tiempo para salvar a una persona, entregándose al servicio de los demás, Entonces al pensar en Rosy, en la joven que vendía chicles, en la señora de la limpieza de Palmares, en las maestras, la directora, las voluntarias, y en esa paramédica; pensé en todas las mujeres invisibles que transitan por nuestras vidas cada día, y quise dedicarles a todas ellas estas líneas, puede ser que su trabajo sea callado, discreto, pero no puede pasar inadvertido.
Desde luego hay hombres maravillosos que también nos dan lecciones de vida, pero hoy quise hablar de estas mujeres, por que estamos conmemorando el mes de la lucha de los derechos femeninos, y así como hay mujeres que levantan la voz, hacen protestas, marchas o manifestaciones, hay otras que pareciera que son invisibles pero que hacen un gran trabajo como mamás, auxiliares del hogar, personas que en diversos ámbitos y actividades están al servicio de los demás.
A todas ellas hoy les aplaudo su determinación, su incansable búsqueda por llevar lo mejor a sus familias, por donarse a quienes necesitan de ellas y por ser auténticas guerreras. Gracias por todo lo que aportan a nuestra sociedad y espero que estas reflexiones toquen nuestros corazones y nos hagan sensibles a las necesidades de quienes tal vez tenemos muy cerca y solo vemos con los ojos humanos y no con los del corazón.