He escuchado tantas voces de personas que han pasado las cinco décadas decir que ya es muy tarde para hacer lo que querían en su vida, a veces con el paso de los años, las responsabilidades a cuestas, y una sociedad que jubila a las personas en la plenitud de su vida, llega a nuestra mente todas esas cosas que no hemos realizado aún, y pensamos: ¿para que ahora? “ya es tarde” ¿qué van a pensar los demás? Y preferimos rendirnos y sucumbir a la inercia de ir viviendo lo que creemos que ahora toca.
Conozco a tantas personas con tanta vitalidad, sus mejores ideas las han puesto en práctica después de los cincuenta, y no temen el paso del tiempo, ni les preocupan las arrugas o las canas, por que tal vez ahora, que no son tan jóvenes, pero tampoco tan mayores, aún experimentan esa sensación de vivir esas asignaturas que quedaron pendientes mientras los hijos crecían, el trabajo terminaba o simplemente por que cuando menos lo pensaron los años pasaron.
Cierto no todo es fácil, no siempre se llega con la solvencia económica, con la mejor salud, incluso a veces, venimos cargando tantas pérdidas y hemos enfrentado tantas batallas, que parece mentira que aún podamos reavivar esa chispa de la juventud, puesto que pesan esos años acumulados.
Pero si somos conscientes que a esta vida hemos venido a ser felices y aportar a nuestra sociedad desde la misión por la cual estamos aquí, tal vez sea precisamente este momento el que se te ha estado reservando para por fin dejar todo lo que te impide lograr esos sueños y metas que te han estado aguardando.
Hace algunos años, cuando enfrente una situación de salud, me aferre a hacer todo aquello que hasta entonces no había hecho, y esos proyectos me hicieron salir con fuerza y determinación de una batalla que jamás había librado en mi existencia.
Decidí que cada día quería cantar más, escribir lo que no había escrito, tener un programa de radio que siempre había anhelado; pasar largas horas charlando con mis hijos, viajar y convivir con mi esposo, hablar con cada amiga y amigo que han sido importantes.
Sobre todo, me prometí a mi misma que jamás dejaría ir a la niña dulce y tierna que he sido, que seguiría siendo inquieta y atrevida, que miraría más el cielo estrellado y la puesta del sol, pero aún más; volvería a descubrir en esta etapa cuál es mi misión, desde qué trinchera debo contribuir con los demás y para los demás.
Entendí que no hay realización plena si no hay donación, es decir si solo pensamos en nosotra/os y nos olvidamos de quienes están en nuestro entorno, y después de leer mucho, de caerme y volverme a levantar, comprendí que apenas iniciaba una etapa preciosa y fascinante por que todo lo que hasta ahora había vivido, solo me había preparado para el presente.
Deje ir muchas cosas que me daban seguridad y certidumbre y a pesar de mis años me dejé caer como en un paracaídas, venciendo mis propios miedos y temores, aferrada a Dios y con la certeza de que después de ese salto descubriría un nuevo horizonte, por que todo el cúmulo de experiencias, enseñanzas y aprendizajes de mis anteriores años estaban destinados a forjar a esta persona que hoy se ha reinventado.
Jamás había sido emprendedora, siempre tuve un trabajo “estable” que me permitía satisfacer mis necesidades, pero llegó un momento en que sentí que me había extraviado, y que tenía que recuperar la brújula de mi vida, y así con la seguridad de que todos los días son inciertos, acepté el reto de encontrar en cada paso motivos para sorprenderme.
Descubrí, que, así como a mí; a más personas les está pasando esta sensación en este preciso momento, miran a todos lados, buscan respuestas, pero la única manera de encontrarte es mirando a tu interior, haciendo silencio, escuchando tu propia voz y tomando decisiones.
Si, tal vez tienes cincuenta, o sesenta, o setenta, pero jamás volverá el tiempo atrás, así que ve por eso que siempre has querido hacer, ríe, canta, abraza, viaja, empieza un nuevo negocio, píntate el cabello, busca a tus amigos de la infancia, dile cuanto los amas a tus hijos, a tu esposo/a, a esas personas que han estado siempre a tu lado.
Corre, brinca, emociónate con las cosas simples, ve más películas, lee más libros, cocina algo rico, haz galletas con tus nietos, siéntate en la plaza de un pueblo, conversa con las personas que te encuentres en el camino, ayuda a alguien a quien siempre solo has observado, llena tu vida de gozo y emociones nuevas; total… ¿Qué puedes perder si no lo intentas? Mientras tengas vida, tienes el tiempo perfecto para hacer de la tuya una gran historia y por favor no dejes de compartirme todo lo que has experimentado al darte todas esas oportunidades.