Cuando vuelvo la mirada atrás y reviso en nuestra historia reciente el avance que hemos logrado las mujeres pienso en todo lo que gracias a quienes nos han antecedido hemos conquistado. Apenas hace 50 años eran pocas las mujeres que participaban activamente en la vida política e incidían en espacios en el ámbito empresarial, social o cultural.
Nuestra presencia ha cobrado mayor relevancia gracias a que desde la sociedad civil nos hemos organizado para incidir en pro de nuestros derechos y que las mujeres en todos los sectores hemos logrado levantar la voz, hacernos visibles y demostrar que somos capaces de realizar actividades que anteriormente parecían ser exclusivas solo de los hombres.
Me toco ser de esa generación que se ha atrevido a visibilizar situaciones por las que las mujeres atravesamos, se han generado leyes, políticas públicas, acciones desde el gobierno, el sector empresarial, las organizaciones sociales y hemos podido conjuntar esfuerzos para que las generaciones actuales tengan otras condiciones, aun con todos los retos que aún imperan y nuevos desafíos que sin lugar a dudas debemos ir sorteando.
Sin embargo al hacer esa mirada en retrospectiva, también pienso y reflexiono, ¿Qué hemos perdido?, sin lugar a dudas es mucho el avance, pero también hemos caído en el riesgo de radicalizar las posturas con un feminismo exacerbado que ideologiza antes que dignifica la esencia femenina.
Las mujeres poseemos cualidades que nos son inherentes por ser mujer, que desde luego creo que pueden desarrollar los hombres, pero creo que no por estar en posiciones de poder o incidencia debemos de perder de vista como mujeres.
Y me refiero precisamente a nuestra esencia femenina, la sensibilidad que poseemos de ponernos en los zapatos de los demás, la capacidad de donarnos de manera generosa a quienes necesitan de nosotras, no como una imposición, sino desde el amor que acompaña, ayuda a quienes nos rodean y nos hacen ser madres amorosa, hermanas que se apoyan entre sí, hijas agradecidas que colaboran con sus padres ancianos, esposas que acompañan y crecen con su pareja, mujeres que desde la feminidad con una sonrisa embellecemos nuestro entorno, con la ternura abrazamos al desvalido y con la dulzura propiciamos ambientes agradables en donde nos desenvolvemos.
Jamás debemos perder de vista nuestra energía femenina, tan necesaria para seguir siendo pilar de nuestra sociedad, continuar formando hogares sanos e hijos fuertes, pero sobre todo abrazar nuestra capacidad personal y talentos que poseemos y saber que debemos seguir puliendo nuestros valores y virtudes para continuar transformando para bien de nuestras vidas y de quienes nos rodean.
La energía femenina nos hace ser grandes, saber que somos fuertes y que con esa capacidad que Dios nos ha dado al poder dar vida, nos hace ser creadoras y por lo tanto debemos de creer en nuestro potencial y ponerlo al servicio de la comunidad.
Jamás dejes de ser sensible, amorosa, tierna, jamás dejes de mirarte al espejo y apreciar tu belleza, jamás dejes de trabajar en tu interior. Cuando comprendes el caudal divino que posees en ti, comunicas esa esencia que te hace ser una mujer plena y completa, redescúbrete, reconquístate y jamás olvides que esa energía femenina ha llevado a otras mujeres a crear empresas, abrazar causas, generar políticas públicas en nuestro favor pero sobre todo es esa energía la que mueve la otra mitad del mundo para hacer que sea mejor.